martes, 31 de agosto de 2010

Ridícula

Hago sonidos extraños.
Puedo escuchar el movimiento de la ropa en la secadora, rotando.
Poco a poco.
A veces siento que la vida es como un proceso de lavado.
Los más afortunados, saben y pueden lavar su ropa en la lavadora.
Y secarla... en la secadora.

Pero yo prefiero a los que lavan su ropa en el lavadero.
El esfuerzo que toman para quitar la mugre, las manchas,
para exprimirla, que no le quede ni una huella de eso
que la hace lucir desagradable.

La exprimen hasta que quede casi seca,
todo lo que ellos puedan esforzarse en secarla, lo hacen.

Y le dejan el resto, que en realidad es muy poco, al sol.
Que en el caso humano sería al destino.

Después, la cuelgan en el tendedero.
La ponen de una forma especial,
pues eso dictará cómo se seque la ropa.
Hacia dónde y cómo viaje su destino.

La incertidumbre de qué pasará me mata.
Qué ridícula, ya sé. Dejenme...

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